El último incidente entre la Royal Navy y un barco del Servicio de Vigilancia Aduanera (SVA) en las aguas en disputa; el endurecimiento recíproco de las condiciones de viaje para los camiones que entran y salen del Peñón y la escasa información concreta sobre los avances concretos en las negociaciones entre el Reino Unido y la Unión Europea (UE) respecto al GiBrexit empiezan a poner nerviosa a la sociedad civil de ambos lados de la Verja ante la posibilidad de que no se cumplan las expectativas depositadas en las negociaciones. Incluso se hablaba en diciembre de 2020 de “eliminar la Verja”. Las alarmas han saltado esta semana con el folleto publicado por el Gobierno de Gibraltar, una guía para los ciudadanos en la que se vuelve a dibujar un posible futuro de sellado de pasaportes, largas colas fronterizas para los trabajadores y ciudadanos y, en definitiva, una vuelta al pasado para una sociedad transfronteriza en la que la fluidez de la Verja es el oxígeno de ambas economías. Albares tranquiliza: la negociación está al 99%. Y pide “generosidad” al Reino Unido.

En primer lugar, el último incidente entre la Royal Navy y el SVA, el tercero en poco tiempo, es previsible que sume -si no ha ocurrido ya- otra protesta diplomática de parte y parte, justo en el momento más delicado de las negociaciones, que tienen otra ronda prevista para próximas fechas. Se está hablando de soberanía y, como ocurrió desde el principio de estas conversaciones, el control de fronteras es uno de los puntos más difíciles de sortear para el Reino Unido, que advirtió, como lo hizo el Peñón, de que no permitirán que se traspase una línea roja de su soberanía para firmar este tratado. Lo mismo sucede con la base naval -en un momento crítico para el orden mundial, en ambiente prebélico-, el puerto y el aeropuerto. Asuntos como cuestiones medioambientales o asimilar ciertas normas económicas al acervo europeo en el futuro también causan fricciones. Desacuerdos que tampoco son nuevos, por otra parte.

Esto se deduce de las declaraciones que se han ido deslavazando por parte de los políticos durante todo este proceso, aunque no se han dado excesivas explicaciones por ninguna de las partes, incluida la Comisión Europea que, no obstante, sí admite las dificultades de esta compleja negociación. La lógica discreción de un proceso como éste sería comprensible si, a ojos de los ciudadanos, se vieran resultados positivos. Porque los necesitamos.

Pero, al contrario, lo que se percibe es la disputa de la soberanía sobre las aguas entre buques de dos países ‘aliados y amigos’, como ellos mismos se denominan. Además, la sociedad transfronteriza es avisada de que se si no triunfa el diálogo, se le empezará a aplicar más burocracia, debido al Brexit, que ralentizará más los trámites para los transportes entre ambos lados de la Verja, pese a que hay unas conversaciones en proceso.

Esto afecta directamente al tejido empresarial de ambas partes, que vería mermada su efectividad a la hora de importar y exportar mercancías a y desde Gibraltar. Y tendrá un impacto negativo en la economía real. Para colmo, por trámites burocráticos ralentizados debido al Brexit, la basura se acumula en el depósito de Europa Road, en Gibraltar, dando la peor imagen sobre lo que debería ser un diálogo a corazón abierto.

Por otro lado, ningún gobierno en su peor día publicaría una guía para advertir a sus ciudadanos de que “es fundamental” que se preparen para los gravísimos problemas que puede conllevar una salida de la UE sin acuerdo si no tuviera claro de que hay un porcentaje real de probabilidades de que eso pueda ocurrir. (O si quisiera influir de algún modo en el diálogo, que aquí cada uno juega sus cartas). 

Porque el propio gobierno gibraltareño admite en esa guía que, pese a la atmósfera constructiva y cooperativa de las conversaciones y los progresos realizados, y de que continúa comprometido con llegar a una salida negociada, “es necesario reanudar las discusiones para que las partes intenten resolver los complejos problemas que siguen pendientes”.  

Así que, o la escenificación es pésima, o el hilo negociador está en un punto complicado. Lo que sí creo al 100% es que tanto por parte de España como de Gibraltar hay un interés sincero por alcanzar el acuerdo -pese a todas las diferencias que los separan-, no sé si bajo la Unión Europea (UE) u otro. Uno. Porque tienen intereses comunes muy claros y son afectados directos del impacto que la falta de acuerdo tendría en la frontera. Pero no veo tan claro que los ingleses compartan ese mismo afán. Espero que así sea, y que el hilo de estas negociaciones sea, en realidad, tan fuerte como dicen las bocas y no tan débil como evidencian los actos. Y ojalá me equivoque.

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