La deuda histórica con La Línea

Los linenses están que trinan. Estamos, porque yo considero también esta ciudad como mi tierra de acogida. El Gobierno español anunció el viernes un ambicioso plan de 900 millones de euros para el Campo de Gibraltar y se da la circunstancia de que, de las ciento un mil reivindicaciones históricas de La Línea de la Concepción, solo se atiende a la creación de un juzgado y la llegada de fuerzas de seguridad. Que son, por otra parte, imprescindibles. Ah, sí, y la redacción del proyecto de la N-351 para la variante de Campamento. 

¿De la zona fiscal especial? Nada. Pero sí una zona franca para Los Barrios. ¿Políticas activas de empleo? Para toda Andalucía, nada concreto para una ciudad con más de 10.000 parados. ¿Deducciones directas en el Impuesto de Sociedades? No se concreta si es para La Línea. Tampoco se especifica qué subvenciones para la actividad industrial, el comercio minorista y el turismo llegarán a La Línea. Ni cómo se promoverán las inversiones extranjeras.

Pero, sobre todo y más importante, es que en ese proyecto que implica a ocho ministerios no se materializa ese Plan Integral para La Línea del que han hablado todos y cada uno de los políticos que ha llegado a este bendito pueblo después de la polémica visita del exministro Alfonso Dastis en el contexto del Brexit. En aquel encuentro, un quemadísimo Juan Franco se salió del guión y le puso las cartas boca arriba al entonces ministro de Exteriores en una Junta de Comarca que cambió, sin duda, el curso de los acontecimientos… Temporalmente.

En ese momento comenzó una reivindicación propia para dejar claro que La Línea tiene unos problemas muy concretos y distintos a los del Campo de Gibraltar. Y que el Brexit los agravaría, los agravará, si se produce por las bravas al final. Esperemos que no. Esa reclamación local no es por gusto, ni solo por interés electoral. Es por pura necesidad. Es que no se conoce un Gobierno español que no le haya tomado el pelo a los linenses desde que el municipio se disgregó de San Roque, el 17 de enero de 1870.

Y, para más inri, ha habido pocas, poquísimas ocasiones en las que el municipio ha podido tener voz propia para hacerse oír en las altas instancias y que alguien escuche la diferencia entre los problemas de La Línea y los del resto del Campo. Ocurrió con Fernández Pons, que tuvo un empeño personal en conseguir la singularidad y logró aunar voluntades para conseguirlo. Y ahora se repite la historia.

Porque lo habitual es que quienes lo saben más allá del Toril y tienen representatividad política, se callan muchas veces cuando tienen la oportunidad de reivindicar algo para La Línea. No ayudan. Porque prefieren pedir para otros municipios de la comarca donde tienen su fondo de votantes muy definido. Porque, electoralmente, La Línea es un municipio complejo. Entre otras cosas, por el propio hartazgo de sus votantes ante el abandono histórico respecto de la ciudad. Y también, obviamente, por su propia configuración social.

Cuando la ola del Brexit se ha trasladado al acuerdo de transición, al escenario de Downing Street y Bruselas, ya La Línea ha vuelto a perderse en el olvido para los políticos nacionales. Los que pensaban que con este inicio de campaña electoral con 900 millones de euros para el Campo iban a triunfar, se han equivocado de parte a parte con La Línea.

Porque lo que esta ciudad quiere y necesita es un reconocimiento expreso a sus problemas singulares y diferentes del resto. Que se le ayude, no con dinero, que también lo necesita, sino con medidas que hagan posible la creación de un caldo de cultivo económico que sustente sus cimientos y le ayude a afianzar un modelo para conseguir recursos propios: zona fiscal, aprovechamiento de inversiones extranjeras, remodelación urbana y optimización de esos recursos urbanísticos, aprovechamiento de sus once kilómetros de playas vírgenes, explotación de sus recursos turísticos del pasado militar y la industria cultural, basada en su patrimonio musical flamenco y de copla, que son de primer orden. Y muchas otras cosas más: es lugar de ocio de la comarca y el carácter agradable de los linenses son otros activos.

Esto escribía el corresponsal Luis París en Abc el 22 de enero de 1906, en una visita a La Línea durante su visita al Campo de Gibraltar por la Conferencia de Algeciras: “Hemos oído las justas aspiraciones de este importante poblado, víctima de las exigencias de la defensa militar y de una detestable legislación aduanera, que hace que muchos pueblos aduaneros de España aparezcan como si no fueran hijos de Dios”. (Del libro La prensa en la Conferencia de Algeciras, Juan Ignacio de Vicente Lara y Mercedes Ojeda Gallardo)

Ha pasado más de un siglo, pero este discurso lamentablemente aún está vigente y todavía hay mucho que hacer aquí. Como es evidente.

La Línea es un auténtico tesoro oculto entre narcos, contrabando y abandono que se merece un trato y un futuro mucho mejor del que ha recibido hasta ahora. Y es una responsabilidad de todos los que aquí vivimos reclamar lo que, en justicia, nos corresponde: respeto. No podemos seguir permitiendo el ninguneo o la falta de atención a una ciudad con la que España mantiene una deuda histórica de tanto calibre.

 

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