Arek Hersch era un niño de tan solo once años cuando estalló la Segunda Guerra Mundial. Los nazis le secuestraron y pasó por distintos campos de concentración, entre ellos Auschwitz, donde se las fue arreglando para sobrevivir. Ahora tiene noventa años y, tras relatar sus dramáticas experiencias durante el Holocausto en el libro ‘Un detalle de la historia’, da charlas a los estudiantes en escuelas, universidades y otras organizaciones. La semana pasada lo hizo en los institutos gibraltareños de Westside, the Gibraltar College y Bayside.

Por otra parte, el centro cultural John Mackintosh acoge en estos días una exposición para conmemorar en este caso el Centenario del final de la I Guerra Mundial, en la que se ha reproducido incluso la oficina de reclutamiento de la época en la Oficina Colonial de Gibraltar. El relato histórico parte del asesinato del archiduque austríaco Francisco Fernando y la condesa Sofía Chotek, que desencadenó el conflicto. A partir de ahí se inicia una muestra que trata de reproducir cómo se vivió la guerra en el Peñón, tanto en el ámbito civil como en el militar. En los colegios, los niños preparan exposiciones de ‘poppies’ para conmemorar el armisticio del 11 de noviembre de 1918.

El recuerdo de esos momentos duros y claves de la historia, sin duda íntimamente ligada a la historia militar del Peñón, sirve al mismo tiempo para concienciar a la sociedad sobre la relevancia de esa entelequia a la que llamamos paz.
En nuestro día a día, mientras que un atentado o el conflicto de armado de actualidad no nos salta en la cara, caminamos por la vida tan habituados a los privilegios de nuestro mundo desarrollado que no somos conscientes de la inmensa suerte que tenemos por nacer y morar en un lugar donde habita la paz.

Por eso, estas sacudidas de la historia y estos testimonios y vestigios de la guerra son fundamentales para darnos a entender que se puede y se debe compartir la esfera social con distintas religiones, creencias y culturas.
Que la tolerancia y el respeto al que piensa y siente diferente son innegociables.
Que la sociedad nos incluye a todos.
Y que la fuerza de esa sociedad puede, tiene que poder más que la separación de las fronteras en un mapa político.